Cuatro estaciones de la ausencia: el libro que convierte el ciclo estacional en crónica íntima

Desde el primer verso, Ángel Jesús Martín González entrega un libro que no se limita a describir estaciones, sino que hace de ellas el espejo de la memoria, del amor y la ausencia. Cuatro estaciones, versos para ella es una colección de poemas que navega entre la realidad y el anhelo, entre lo palpable y lo soñado, entre lo que ya fue y lo que sigue. El libro, arquitectado en cuatro partes, empareja el calendario de la naturaleza con el calendario de la emoción, y convierte el paisaje andaluz en escenario de duelos y esperanzas.

La voz del poeta es directa, precisa, sin florituras vacías ni pretensiones de complicación innecesaria. Habla de la soledad desde una ventana, de la nostalgia en los jardines desiertos, de la vivacidad de los recuerdos en los patios llenos de ecos. El lenguaje no se exonera, permite la claridad y la transparencia, pero sin renunciar a la belleza sutil de lo que se siente y no se dice. Los colores no decoran, ordenan el alma: el verde espera, el oro calienta, el blanco protege y el malva acompaña en la transición. El libro decide no esconder las ausencias, las pone en el centro, frente a la luz, y las vuelve versos, rituales, cápsulas de tiempo.

La elegancia del poemario no está en la erudición, sino en la capacidad de Martín González de encontrar, entre los símbolos tradicionales y la arquitectura de la poesía, el tono justo para cada estación, para cada sentimiento. El lector no se enfrenta a enigmas, sino a situaciones: el silencio de un invierno, la inquietud de una primavera, la piel erizada por los recuerdos, el eco de una voz que ya no llega.

No se trata de un libro de invenciones caprichosas, sino de un retrato íntimo, sincero, que descubre la belleza de lo que ha sucedido y lo que ya no sucede. La poesía corta caminos, brinda sentimientos, propone evocaciones, y deja al lector, al final, con la certeza de que el ciclo de la naturaleza y el de la vida pueden, y deben, leerse juntos. El libro de Martín González, en este sentido, cumple la tarea fundamental de la poesía: hacer fácil lo más difícil de expresar y hacer amable lo que duele recordar.

Javier Pérez-Ayala

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