El poeta peruano que escribe desde Alemania como si se le fuera la vida en cada verso

Me tropecé con Leyendas Peruanas de Miguel Torres Morales casi por casualidad, y confieso que no tenía ni idea de con qué me iba a encontrar. Pensé que sería un poemario más sobre la nostalgia de la patria perdida, ya sabéis, esas cosas que escriben los exiliados desde la distancia, mitad autobiografía mitad melancolía. Pero no. Esto es otra cosa. Esto es un tipo que lleva treinta años viviendo en Alemania, enseñando filosofía en un instituto alemán, y que cada noche se sienta a escribir sobre Barranco, un distrito de Lima al que probablemente no volverá nunca.

Y lo hace con un lenguaje que te obliga a pararte cada tres versos porque no entiendes qué diablos acaba de decir. Torres Morales escribe como si Góngora se hubiera reencarnado en un poeta peruano con ganas de complicarnos la vida. Hipérbaton violento, palabras rarísimas que nunca habías visto («ornitofitólatra», «clepsidra», «agerasia»), metáforas que se encadenan unas con otras hasta que pierdes el hilo y tienes que volver atrás a ver qué pasó. Y te preguntas: ¿por qué hace esto? ¿Por qué no escribe en cristiano como todo el mundo?.

Luego te das cuenta de que ahí está la clave. No es pedantería. Es apropiación política. Torres Morales está demostrando que un poeta peruano puede escribir español tan culto, tan complejo, tan perfecto como cualquier español de los de aquí, y llenarlo de contenido específicamente peruano. Hace hablar a Pachacámac, una deidad precolombina, con vocabulario del Siglo de Oro: «Insuperable Altísimo de fibra interminable». Y esa mezcla te descoloca porque te plantea una pregunta incómoda: ¿de quién es el idioma? ¿De los que conquistaron o de los que fueron conquistados?.

El libro se presenta como si fuera una recuperación de textos del siglo XVIII aparecidos en la Gazeta de Lima, imitando lo que hizo Ricardo Palma con sus Tradiciones Peruanas. Es decir, Torres Morales finge que está rescatando documentos antiguos cuando en realidad se los está inventando. Y lo justifica con una frase que me pareció brillante: «porque a los peruanos nos han robado muchos libros y nos han incendiado mil archivos, pero no podrán quitarnos nuestra historia porque nosotros mismos somos nuestra historia». Si te quemaron los archivos, invéntalos de nuevo. Si te robaron los libros, escríbelos otra vez. Me parece una respuesta perfecta al saqueo cultural.

Los personajes que aparecen son fantasmas. Mariano Melgar hablando justo antes de que lo fusilen en 1815, preguntándose para qué pulir versos hermosos si de todos modos vas a morir, si de todos modos Silvia te va a rechazar, si de todos modos el pelotón te va a matar. Juan del Valle y Caviedes, el poeta satírico colonial que escribía desde la pobreza extrema. El Inca Garcilaso, atrapado entre dos mundos que lo rechazan simultáneamente. Y todos repiten el mismo diagnóstico doloroso: «los peruanos aniquilan / a las almas más nobles». Desde Melgar hasta Arguedas pasando por Vallejo, el Perú ha destruido sistemáticamente a sus mejores escritores.

Y Torres Morales se sitúa en esa genealogía. Escribe desde Alemania porque sabe que si volviera a Lima lo invisibilizarían, lo olvidarían, acabaría dando clases en alguna universidad precaria. Su exilio no es sólo geográfico sino estratégico: escribe el Perú desde fuera para no ser devorado por dentro.

Lo que más me gusta es que no idealiza nada. No pinta el pasado colonial como maravilloso ni el Perú contemporáneo como terrible. Denuncia a los «Encomenderos» de ahora que siguen expoliando el país como los conquistadores expoliaban a los indios. Escribe sobre la fundación mítica de Barranco pero también sobre su destrucción mediante la especulación inmobiliaria. Las casas de madera demolidas, los acantilados erosionándose, la garúa gris que define Lima. Todo eso construye un Barranco que existe más plenamente en el verso que en la realidad.

Y hay algo entrañable en todo esto, algo que me conmueve. Torres Morales lleva treinta años escribiendo este libro. Treinta años componiendo fascículos manuscritos desde pueblos alemanes que nadie conoce. Treinta años construyendo una patria de palabras más sólida que cualquier geografía. Y lo hace sabiendo que probablemente será ignorado por la industria literaria, que su libro complicado y hermético no venderá mucho, que la crítica académica no le hará caso. Pero lo hace igual. Porque no puede no hacerlo.

Me pregunto qué pensará cuando vea en Facebook cómo Barranco se gentrifica, cómo ponen bares hipster donde había casas coloniales, cómo el Perú que él recuerda se va convirtiendo en otra cosa. Desde Alemania, conectado por internet, ve desaparecer su patria en tiempo real. Y responde escribiendo. Escribiendo versos incomprensibles, barrocos, densos. Como si la complejidad del lenguaje pudiera frenar la simplificación del mundo.

No es un libro fácil, ya lo aviso. Exige trabajo, paciencia, diccionarios. Pero los buenos libros siempre exigen. Y éste es un libro importante, creo, porque demuestra que se puede escribir sobre identidad nacional sin caer en el folklore barato. Que se puede fusionar lo mejor de la tradición española con lo más profundo de la memoria andina. Que la poesía, aunque no salve al poeta del olvido, preserva la memoria de los poetas sacrificados.

Dentro de cincuenta años, cuando las modas actuales hayan pasado, alguien descubrirá este libro y dirá: aquí había un poeta verdadero escribiendo cuando nadie prestaba atención. Y eso, al final, es lo que distingue la literatura de verdad de todo lo demás.

Aixa Delgado Sepulveda

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